Leer en medio del ajetreo



Vemos a diario decenas de niños en los puestos de comercio callejero en Valparaíso. No están trabajando: las circunstancias los obligan a permanecer en el espacio público gran parte del día. Desde agosto pasado, una biblioteca itinerante llamada Cuento ambulante lleva libros a esos niños.

 

Claudia -actriz y narradora oral- lee en voz alta a Marcos, de cinco años. A Marcos le gusta la historia, pero no lo suficiente como para llevarse el libro a casa. “¿Tienes otro libro?”, pregunta, mientras mira hacia el interior de la mochila de Claudia. Es exigente, al quinto libro leído, se decide: se lleva ¡CRACK! de Beatriz Giménez de Ori, uno de los exitosos libros de la editorial Liebre con troqueles tipo solapa que despliegan nuevas imágenes al pasar las páginas.

Cuento ambulante comenzó sus actividades de promoción de la lectura en agosto de 2024 con financiamiento del Fondo del libro y la lectura del Ministerio de las culturas, las artes y el patrimonio. Desde entonces han sumado nuevos socios -adultos, que se inscriben en forma gratuita- y niños que pueden elegir entre una colección de libros de ficción e informativos, libros álbum, metaficcionales, libros objeto, libros silentes, libros que sorprenden, que no responden a lo que se espera de un libro.

Son 50 niños, la mayoría de 4 a 10 años, la mayoría inmigrantes. Algunos leen por sí mismos y otros no. Entre estos últimos, hay quienes se inventan entusiastas la historia a partir de las imágenes. Admiran los libros de formato gigante, pero prefieren los pequeños de cartoné para llevarse a casa, aquellos con canciones como Yo tenía 10 perritos o Estaba la rana.

Dos días por semana, dos mediadores y un facilitador intercultural recorren las calles del plan de Valparaíso visitando niños que ya son socios de la biblioteca y presentándose ante otros que podrían interesarse, en puestos callejeros, en esquinas donde un adulto ofrece productos a los automovilistas y también en tiendas establecidas. Muestran los libros, leen en voz alta y también los prestan por una o dos semanas.

Watson es el facilitador intercultural. Viste el overol distintivo del proyecto, al igual que sus compañeros mediadores, pero su labor es otra: conversa con sus compatriotas haitianos adultos y explica cuál es el trabajo de Cuento ambulante. Watson lleva a los mediadores a una residencia de inmigrantes. Allí, los mediadores llenan la mesa de libros mientras esperan a que los niños salgan de sus cuartos. La primera en aparecer es Fran, de 4 años, que escucha atenta la historia de A qué sabe la luna y nombra los animales. Claudia lee La promesa del renacuajo a dos niños, mientras Bea, de 13, lee concentrada una novela a pesar del ruido que hacen cinco niños pequeños.

 


Los libros abren espacios

La economía informal ha proliferado en Chile desde fines de la década de 1970. En los puestos de comercio callejero de Valparaíso vemos niños que no están trabajando. Están cuidados y protegidos, pero permanecen varias horas al día en lugares poco adecuados para su desarrollo y formación, donde resulta improbable tener experiencias culturales más allá de la lógica cultura-mercancía.

Las madres son amables: ven llegar a los mediadores y disponen sillas para lo que se viene. Cuatro hermanos escuchan la lectura del mediador, Daniel. El ruido que emite la cortadora de juntas -máquina que en ese momento operan dos trabajadores a escasos tres metros- se suma a los bocinazos y la lectura en voz alta termina a gritos. El ruido permanente de la ciudad no distrae a los niños. Más tarde, algunos de ellos repiten textualmente fragmentos del texto.

Son escenas de lectura en lugares no habilitados para esta práctica. Los libros abren espacios y tiempos paralelos en estos lugares de sobrevivencia, de alerta permanente. Espacios para compartir, para intentar leer; tiempos sin presiones para conversar sobre lo leído.

 


Libros que invitan a volver

En la mayoría de los libros que ha puesto en circulación esta biblioteca itinerante predominan las imágenes. En algunos ni siquiera hay texto: las imágenes bastan para contar una historia. En Tu casa, mi casa, de Marianne Dubuc, vemos en cada doble página el interior de un edificio con tantos detalles que los lectores deben volver algunas páginas para enterarse de cómo evolucionan las historias en cada departamento. En los ya clásicos libros álbum escritos e ilustrados por Anthony Browne, los lectores descubren imágenes ocultas que en una primera lectura pasaron inadvertidas.

La producción de libros de no ficción se ha diversificado y hoy encontramos libros de divulgación visual narrativa, visual documental y tridimensional activa -que requieren la participación del lector (pestañas, relieves...) y proponen actividades. Algunos textos, por su parte, usan recursos tanto de la ficción como del género divulgativo con temas tan diversos como el sistema olfativo, las viviendas que construyen los animales o las distintas concepciones sobre el universo a través de la historia.

Los mediadores intentan implicar a los niños en la construcción de interpretaciones a partir de los indicios que ofrecen los textos. Pero algunos niños no necesitan motivación extra para participar y se lanzan solos, como Nina, que abre el libro gigante El álbum de Adela de Claude Ponti y comienza a nombrar los objetos y a explicar por qué se llaman así.

Comentarios

  1. Me encantó esta propuesta, otra forma de acercar los niños y niñas al libro, motivar la lectura y encantarlos con la palabra escrita o solo la imagen que tienen antes sus ojos es tambien sacarlos de la vulnerabilidad cultural a la que, por razones diversas, se ven expuestos. Felicitaciones por esta maravillosa biblioteca ambulante 👏👏😊

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